miércoles, 29 de junio de 2022

Ponme fuera del alcance del bostezo universal

 


Sería mucho más divertido celebrar los títulos académicos como los celebran los equipos de fútbol cuando gana un título: yendo al ayuntamiento, haciendo discursos, bañándose en una fuente y con miles de personas jaleando a sus ídolos. Pero nada de eso pasa, he celebrado que he acabado el máster en soledad, dándome un buen homenaje yo solo en un restaurante, comiendo bien y recapitulando lo que he aprendido este año. Me ha pasado volando y creo que cuando algo pasa muy deprisa es porque lo estás viviendo intensamente. El tiempo sólo pasa lento cuando te aburres, cuando no eres feliz o cuando haces cosas que no te gustan, lo tengo comprobadísimo. Pero también da miedo que la vida pase tan deprisa, que los años vuelen, que hace nada tenía veinte años y ahora estoy a punto de cumplir cuarenta. Me da vértigo.

Finalicé el máster presentando la memoria de mi proyecto de final de máster. Tenía que hablar sobre el trabajo que había hecho en el guion de largometraje que hicimos en grupo. Tenía mucha incertidumbre, porque tengo un problema hablando en público que estoy tratando con psicólogas y todo. Me puse ante los tres miembros del tribunal y empecé a hablar, pero enseguida me di cuenta de que no estaba respirando bien, que me estaba precipitando, que se me estaba acelerando el corazón y me estaba dando ansiedad. Entonces paré, les dije, disculpad, me estoy poniendo nervioso. Bebí un trago de agua, respiré, y entonces me tranquilicé como nunca antes lo he hecho y empecé a hablar del proyecto de una forma impropia en mí, tranquilo, sin nervios y como si hablara con mi madre.

Al final me pusieron un 9 por mi exposición y el director del máster, después de darme su opinión y su valoración de mi memoria me confesó que él lleva treinta años dando clases y aún hoy se sigue poniendo nervioso antes de entrar en una clase. Le dije que no me estaba consolando nada y entonces todos se rieron, se destensó la situación y nos fuimos todos con una sonrisa.

Ahora llega lo más difícil, el día después, mirar hacia el futuro incierto. El sueño, que era hacer el máster, ya está realizado, ya lo he cumplido, lo he disfrutado, lo he vivido con muchísima ilusión, la misma ilusión de uno que ha soñado alguna vez volver a la clase de su infancia sabiendo todo lo que sabe ahora. Ahora estoy buscando trabajo, quiero dedicarme a escribir, quiero contar historias, quiero expresarme, pero la realidad es muy dura y no sé qué va a pasar, necesito un golpe de suerte y no parar de picar piedra para alcanzar las metas. Tal vez deba volver al hotel, aún tengo la plaza reservada por la excedencia que pedí hasta septiembre pero realmente no sé lo que debo hacer, en mi cabeza también sueño con viajar, con irme lejos con la mochila por Asia otra vez, pero tal vez ahora no sea el mejor momento.

Intento disfrutar de la ciudad, Madrid ofrece muchas posibilidades, hay oferta para todo, hay muchos planes culturales pero los precios de los alquileres son prohibitivos. Estoy pagando 750 euros de alquiler más gastos y lo que llevo gastado durante el año es una barbaridad, pero no me arrepiento de nada. He disfrutado más de este año que de haberme comprado un coche o cualquier cosa material que se pueda comprar.

Las relaciones sociales van bien, he conocido a mucha gente interesante, he conocido a gente que me han demostrado ser auténticos amigos y quiero quedarme con eso. Porque a veces hace más ruido y daño cuando alguien te dice algo feo o te desprecia y eso resuena en tu interior como una lavadora centrifugando durante días. Una amiga a la que apreciaba me dijo que se sentía incómoda conmigo desde hacía un tiempo, que no casa conmigo, que no se siente en armonía conmigo y que por eso me evita. Le pregunté por qué y no quiso decírmelo pero le pasa a mucha gente conmigo y nunca quieren decirme por qué, con una chica a la que también apreciaba que conocí en Tinder también me dijo que se sintió incómoda conmigo cuando me conoció y nunca supe el porqué. Recapitulando sobre la cita pienso que no hice nada raro, que fue una charla cordial en la que se habló de todo, le pregunté muchas cosas a ella, hablamos de series, de libros, de películas, fue formal, tampoco espectacular pero fue normal. No hice nada raro, ni la toqué, ni intenté nada, ni le miré las tetas descaradamente ni nada por el estilo, por eso me extraña todo.

Y hablando de Tinder, me puse la app de nuevo y empecé a darle like a todo el mundo sin distinción, hice la metralleta o la pesca de arrastre que lo llaman algunos. Llegué a tener más de 150 matches y empecé a zorrear con todo lo que se movía, pero llegó cierto momento que ya no sabía ni con quién hablaba, ni quién era quién, ni a quién le había contado el qué, despersonalicé a las personas por no centrarme sólo en una y sentí que todo eso era inhumano. Además, cuando llegaba la hora de quedar ya no me fiaba, pensaba que tal vez me echarían burundanga en la bebida y me robarían los objetos de valor que tengo en casa y cancelaba las citas sin dar una explicación. No había magia, no había luz, no había algo especial, una conexión, una conversación de esas que no olvidas, una complicidad y paso de hacer cosas mecánicas.

Intento cuidarme, intento mimarme, no me gasto el dinero en gilipolleces pero sí hago cosas impropias de mí, como ir a la esteticista a depilarme al láser todo el cuerpo, que es una tortura, sobre todo en la zona perianal en la que tienes tú mismo que abrirte el culo y te pasan la máquina del infierno por ahí y sólo te falta decir “dame fuerte mami”.

Han pasado cosas maravillosas y aunque esté jodido esto es lo que quería, quería sentirme vivo, prefiero tener heridas y cicatrices que pasar sin pena ni gloria por la vida. La vida es esto, sentir, arriesgarse, volar, llorar, reír, vibrar…

En todas mis redes sociales tengo como descripción “me gusta emocionar con imágenes y palabras”, y es la verdad, me gusta transmitir cosas, usar esta especie de telepatía que es la escritura donde lo que tú piensas se transmite mediante símbolos a otro que recibe lo que piensas. También me gusta fotografiar cosas curiosas que veo, carteles que digan cosas, ironías, curiosidades y creo que mis fotografías y poemas nadie los entiende y a nadie le gustan, pero me da igual, disfruto haciéndolos y a veces me río yo solo con las barbaridades que digo.

Por eso quiero decir que lo que aúna las imágenes y palabras es el cine, que es una expresión de arte máxima, en la que tienes que hacer una estructura en la historia y saber de qué quieres hablar. Me gustaría dedicar más tiempo a ver cine, tengo cientos de películas pendientes que ver, no me interesa mucho el cine actual, sigo teniendo cientos de clásicos por ver que han superado el filtro del tiempo. El cine actual lo sigo un poco, pero no mucho, no me interesa demasiado y las series a veces las veo más como una obligación que como un entretenimiento, son muchas horas de dedicación como para ver algún fallo, algo que no te cuadre o que te genere algún rechazo como para dedicarle sesenta horas. Veo muchos capítulos pilotos pero acabo muy pocas series.

De momento seguiré soñando, seguiré pensando y estaré a la expectativa de lo que quiera brindarme la vida.

Deseadme suerte.

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