Foto: Mario Zamora |
La bandera espejo es la mejor bandera
que he visto nunca. Desde que supe que existía quedé fascinado por
el hecho de que a alguien se le ocurriese un concepto así.
Su localización no es casual, está justo al lado de Colón, donde se aloja la bandera de España más grande del país, y está expuesta en el patio interior de la embajada de Francia, a muy pocos metros de una bandera francesa.
Su localización no es casual, está justo al lado de Colón, donde se aloja la bandera de España más grande del país, y está expuesta en el patio interior de la embajada de Francia, a muy pocos metros de una bandera francesa.
Foto: Mario Zamora |
La bandera forma parte de la exposición
Horizon, en el Instituto Francés, en la cual se pretende explorar
los límites de la fotografía jugando con las luces y estableciendo
una conexión entre el Mar Cantábrico y el Mar Mediterráneo, para
ello hay dos proyecciones situadas al fondo de la sala con un
streaming en directo de ambos mares contraponiéndose. En ella
también podemos ver un conjunto de cuerdas atadas en los pilares de
la embajada de Francia generando tensión y bajo ellas una
disposición de sillas en círculo donde el público puede participar
para aportar su visión al taller.
Pero en el tema que me quiero centrar es en la fascinante bandera espejo que está situada en la parte de fuera. Con ella hacen rebotar la luz de exterior hasta el fondo de la sala y durante una hora al día, si las nubes lo permiten, llega la luz hasta el fondo de la sala y allí, con más espejos, juegan con ella y la hacen rebotar hacia donde quieran.
Pero lejos de su función lumínica lo que me hace reflexionar muchísimo es el objeto representativo en sí. ¿Una bandera espejo? ¿Qué patria es esa? ¿La que nos refleja a nosotros mismos? Me gusta porque es una bandera sin colores, sin símbolos, sin emblemas y no existe ningún concepto político en ella. La bandera no te va a decir en qué país estás, no te va a decir si es un país comunista, revolucionario, islámico; tampoco tiene una o cincuenta estrellas, no tiene absolutamente nada. En la bandera sólo te reflejas tú, por lo tanto tu patria sólo es el reflejo de lo que tú eres y tienes a tu alrededor.
Esta bandera espejo no te invita a seguir a nadie. La bandera no te da instrucciones, no te dice a quién defender, no la miras como algo superior que te dice a qué perteneces y qué debes acatar. La bandera te está diciendo que no mires hacia lo alto de un asta para saber quién eres y de dónde eres. La bandera te dice que busques en ti mismo y en lo que hay a tu alrededor. Que lo que tú eres empieza y acaba en ti, y no en lo que los documentos y emblemas digan de ti. La bandera te está diciendo eso que ponían en los templos griegos nosce te ipsum “descúbrete a ti mismo”.
Colocar una bandera espejo es tan revolucionario como hacer un programa de televisión titulado “La solución a tus problemas” y a la hora programada te cambien la tele por un espejo. Es como repartir un programa electoral en el que previamente hayas anunciado cómo acabar con la crisis y en vez de darles un papel ofrecerles un espejo para que se miren. La bandera es tan cretinizante como si a un ejército lo descabezaran y todo el pelotón de combate estuviese esperando órdenes de alguien superior y les dijeran “haced lo que queráis, sois vosotros los que decidís, no hay nadie más arriba que os dé instrucciones, miraos en este espejo, esto es lo que sois y lo que defendéis, y no esta bandera que os han dicho que está por encima de todo y por la cual hay que dar la vida".
Observando esta bandera se me desataron mil fantasías imaginando cómo sería un país cuya bandera oficial fuese un espejo. Estoy seguro de que ningún otro país lo reconocería, si ya considerábamos a Nepal unos revolucionarios de las banderas por no tener la típica forma rectangular no quiero imaginar qué impresión debería causar un país con una bandera tan simbólica. La comunidad internacional se conmocionaría, obligaría a ese país a adoptar unos colores. Pero la patria-espejo está por encima de los colores, no puede tener ningún documento oficial en los que se pueda reflejar la bandera y ningún país podrá mencionarla en papeles oficiales salvo que consigan imprimir algún día papel espejo. No podrán expedir pasaportes normales para ese país porque deberían tener un espejo en la cubierta y en vez de foto del DNI te darían espejo nacional de identidad.
Pero lo único seguro es que ese país no tendría nombre, simplemente tendría forma, y esa forma sería la que tú quieres darle a tu mundo, a ti mismo y a lo que hay alrededor.
No sé si Jon Cazenave y Julián Barón son conscientes de ello. Pero acaban de inventar una nueva nacionalidad fascinante, y yo, desde hoy mismo, quiero pertenecer a ella.
Pero en el tema que me quiero centrar es en la fascinante bandera espejo que está situada en la parte de fuera. Con ella hacen rebotar la luz de exterior hasta el fondo de la sala y durante una hora al día, si las nubes lo permiten, llega la luz hasta el fondo de la sala y allí, con más espejos, juegan con ella y la hacen rebotar hacia donde quieran.
Pero lejos de su función lumínica lo que me hace reflexionar muchísimo es el objeto representativo en sí. ¿Una bandera espejo? ¿Qué patria es esa? ¿La que nos refleja a nosotros mismos? Me gusta porque es una bandera sin colores, sin símbolos, sin emblemas y no existe ningún concepto político en ella. La bandera no te va a decir en qué país estás, no te va a decir si es un país comunista, revolucionario, islámico; tampoco tiene una o cincuenta estrellas, no tiene absolutamente nada. En la bandera sólo te reflejas tú, por lo tanto tu patria sólo es el reflejo de lo que tú eres y tienes a tu alrededor.
Esta bandera espejo no te invita a seguir a nadie. La bandera no te da instrucciones, no te dice a quién defender, no la miras como algo superior que te dice a qué perteneces y qué debes acatar. La bandera te está diciendo que no mires hacia lo alto de un asta para saber quién eres y de dónde eres. La bandera te dice que busques en ti mismo y en lo que hay a tu alrededor. Que lo que tú eres empieza y acaba en ti, y no en lo que los documentos y emblemas digan de ti. La bandera te está diciendo eso que ponían en los templos griegos nosce te ipsum “descúbrete a ti mismo”.
Colocar una bandera espejo es tan revolucionario como hacer un programa de televisión titulado “La solución a tus problemas” y a la hora programada te cambien la tele por un espejo. Es como repartir un programa electoral en el que previamente hayas anunciado cómo acabar con la crisis y en vez de darles un papel ofrecerles un espejo para que se miren. La bandera es tan cretinizante como si a un ejército lo descabezaran y todo el pelotón de combate estuviese esperando órdenes de alguien superior y les dijeran “haced lo que queráis, sois vosotros los que decidís, no hay nadie más arriba que os dé instrucciones, miraos en este espejo, esto es lo que sois y lo que defendéis, y no esta bandera que os han dicho que está por encima de todo y por la cual hay que dar la vida".
Observando esta bandera se me desataron mil fantasías imaginando cómo sería un país cuya bandera oficial fuese un espejo. Estoy seguro de que ningún otro país lo reconocería, si ya considerábamos a Nepal unos revolucionarios de las banderas por no tener la típica forma rectangular no quiero imaginar qué impresión debería causar un país con una bandera tan simbólica. La comunidad internacional se conmocionaría, obligaría a ese país a adoptar unos colores. Pero la patria-espejo está por encima de los colores, no puede tener ningún documento oficial en los que se pueda reflejar la bandera y ningún país podrá mencionarla en papeles oficiales salvo que consigan imprimir algún día papel espejo. No podrán expedir pasaportes normales para ese país porque deberían tener un espejo en la cubierta y en vez de foto del DNI te darían espejo nacional de identidad.
Pero lo único seguro es que ese país no tendría nombre, simplemente tendría forma, y esa forma sería la que tú quieres darle a tu mundo, a ti mismo y a lo que hay alrededor.
No sé si Jon Cazenave y Julián Barón son conscientes de ello. Pero acaban de inventar una nueva nacionalidad fascinante, y yo, desde hoy mismo, quiero pertenecer a ella.
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