Espero en la cola de la administración
de lotería para pedir un Euromillón. He cambiado de administración,
antes iba a otra donde donde los dependientes eran unos rancios, pero
ahora vengo a esta porque la dueña siempre me desea buena suerte al
darme el boleto. Sé que también se lo dice a todos, pero a veces
uno no necesita que le toque nada sino que alguien le
desee buena suerte.
Comprar billetes de lotería es la
forma más decadente de ser optimista. Siempre he considerado que los
que compran lotería son gente incapaz de cumplir sus sueños, gente
que asume que no sirve para nada y no pueden ganar dinero de otra
forma que no sea a través de un golpe de suerte. La gente que
realmente vale no deposita sus esperanzas y sus sueños en el azar, no esperan a que les toque algo para hacer lo que quieren con su
vida. Simplemente hacen con su vida eso que quieren que sea y no
esperan que una entidad superior con forma de dinero les dé la
libertad de irse a Japón, dejar a su mujer o comprarse un coche.
Además, eso de desear cosas materiales es de mediocres sin
aspiraciones. En definitiva: comprar lotería es de cobardes y yo
estoy siendo un cobarde y me odio por ello.
-Ponme dos euromillones.
-Pues son cuatro euros, majo.
-Aquí tienes.
-Gracias. Buena suerte.
-Gracias.
Meto el boleto en la cartera y me guardo la buena suerte. Tengo que ir a Sol, allí he quedado con una amiga de Valencia que ha venido a Madrid para ver un concierto. Me avisó por Facebook de que iba a venir y me preguntó si quería comer con ella. Accedí porque al fin y al cabo no tengo nada mejor que hacer en Madrid, a decir verdad no sé lo que hago en Madrid. No sé qué hago con mi vida. Se supone que he venid a buscar trabajo. De vez en cuando busco ofertas de empleo, echo currículums en sitios que me interesan, pero casi nunca me llaman, y si lo hacen me ofrecen contratos miserarables y desearía patearles a todos la cabeza.
-Gracias.
Meto el boleto en la cartera y me guardo la buena suerte. Tengo que ir a Sol, allí he quedado con una amiga de Valencia que ha venido a Madrid para ver un concierto. Me avisó por Facebook de que iba a venir y me preguntó si quería comer con ella. Accedí porque al fin y al cabo no tengo nada mejor que hacer en Madrid, a decir verdad no sé lo que hago en Madrid. No sé qué hago con mi vida. Se supone que he venid a buscar trabajo. De vez en cuando busco ofertas de empleo, echo currículums en sitios que me interesan, pero casi nunca me llaman, y si lo hacen me ofrecen contratos miserarables y desearía patearles a todos la cabeza.
El otro día recibí una llamada de una
de esas ofertas:
-Hola, te llamamos por tu solicitud de
empleo en nuestra empresa Pepito de Los Palotes.
-No recuerdo vuestra oferta, al día echo unas 50 solicitudes y no las recuerdo todas.
-Pues te explico, somos una empresa de comunicación que nos dedicamos a llevar la administración de redes sociales a empresas. Hemos visto tu perfil y reúnes las características necesarias para las vacantes que tenemos. ¿Estás interesado?
-No recuerdo vuestra oferta, al día echo unas 50 solicitudes y no las recuerdo todas.
-Pues te explico, somos una empresa de comunicación que nos dedicamos a llevar la administración de redes sociales a empresas. Hemos visto tu perfil y reúnes las características necesarias para las vacantes que tenemos. ¿Estás interesado?
-Por supuesto.
-Tenemos tres puestos de trabajo como
Community Manager. Te comento cuáles son las tres ofertas y nos
dices cuál es la que más te interesa. Tenemos una oferta en
Valencia, cuyo salario sería de 220 euros al mes, para una empresa
de cítricos. Tenemos otra en Barcelona, con un salario de 200 euros
al mes. Y también tenemos otra con la cual podrás trabajar desde
casa para una agencia de publicidad y esta no remunera pero te da
la posibilidad de formarte y te ofrece clases gratuitas de un
cursillo de posicionamiento web. ¿Cuál te interesa más?
Me quedo pensativo escuchando. No doy
crédito a lo que escucho.
-Pues verás, no me interesa ninguna.
-Pues verás, no me interesa ninguna.
-¿Nos podías decir los motivos por
los que no estás interesado?
¿Qué le diga por qué? ¿Es que no es obvio? ¿Qué puta pregunta es esta? ¿Se están riendo en mi cara?
-Pues verás, la oferta está muy bien,
cobrar doscientos euros al mes está muy pero que muy bien y si tengo
que irme a Barcelona sé que una habitación cuesta al menos 300
euros al mes. Pero no importa, es un trabajo que si lo compagino con
pedir por las tardes en las iglesias y luego escarbando en la basura
podría ganarme la vida muy dignamente. Por cierto, esa empresa de
comunicación la conozco, sé que por cada trabajo que hacen cobran
no menos de dos mil euros. ¿No se les cae la puta cara de vergüenza
por tratar de contratar a alguien por 200 euros? ¡Iros a la
mierda!
Y colgué.
Cojo el metro hasta Sol. No veo a Begoña. Le mando un whatsapp.
-Estoy debajo de la estatua de Carlos III.
-¿De quién?
Y colgué.
Cojo el metro hasta Sol. No veo a Begoña. Le mando un whatsapp.
-Estoy debajo de la estatua de Carlos III.
-¿De quién?
-La del caballo.
-Ah vale, ya te veo.
-Ah vale, ya te veo.
La veo levantar la mano a lo lejos. Nos
saludamos. Apenas nos conocemos, nos habremos visto unas seis o siete
veces en toda nuestra vida. Nos conocimos en la peor discoteca
existente de Gandia. Lo raro es que yo no sé qué hacía allí ni
ella tampoco, a ninguno de los dos nos gustaba esa
música pero comenzamos a hablar y nos agregamos a las redes sociales
y ahí se quedó la cosa. De vez en cuando nos encontrábamos cuando
salíamos y nos saludábamos, hablábamos un rato y adiós.
Nos vamos a una pizzería. Bebemos
cerveza y comemos pizza. Parece un buen plan. Me cuenta todo lo que
hace con su vida, le pregunto cómo le va con la fotografía, me
habla de sus planes a corto y largo plazo. Su aspiración en la vida
es ganar dinero para ir a conciertos. Me cuenta que una vez conoció
al cantante de no sé qué grupo y que era un tipo muy majo, que se
emocionó mucho y que era una persona muy normal porque se sentó con
ellos a tomar una cerveza. Luego me habla del día que conoció al
batería de otro grupo superfamoso cuyo logo tiene tatuado en el
brazo. Bromeo con ella y le digo que es una groupi. Ella se molesta,
pero sigue hablándome de los cantantes y actores con los que se ha
cruzado, parece muy emocionada y me dice los planes que tiene para
conocer a todos sus ídolos y hacerse una foto con ellos. Me enseña
una foto que acaba de hacerse con una actriz de poca monta con la que
se acaba de cruzar por Madrid. La ha subido a Facebook y todo el
mundo está dándole a “me gusta”. Tiene unos dos mil y pico
amigos en Facebook, le pregunto si los conoce a todos y me dice que
no, que ella los acepta y ya está, pero que de vez en cuando le
agrega algún salido al que borra. Le digo que no me extraña, que
con las fotos provocativas que pone enseñando las tetazas lo que
menos le añadirán son santitos e hijas de la caridad. Parece no gustarle mi comentario, no sé si debería
habérselo dicho.
Ella sigue hablando y hablando todo el
rato. Habla de sí misma, de su mundo virtual, de sus amistades de
Facebook, de que el otro día un amigo agregó una cosa y entonces
ella le comentó que no sé qué no sé cuantos. Todo lo que
dice es paja, pero no pasa nada, a veces hay que rellenar las
conversaciones de paja para ir tirando, aunque se está pasando.
Me doy cuenta de que sólo habla de sí
misma. Ni siquiera me ha preguntado cómo estoy, ni qué hago en
Madrid, ni a qué me dedico, ni cómo son mis días; absolutamente
nada. Pienso que en realidad le da igual estar conmigo. Por
una parte agradezco que no me pregunte porque estoy harto de
contestar a esas preguntas, pero por otra me siento como un
entrevistador haciéndole preguntas a una persona que se cree una
estrella del rock.
Le sugiero que nos vayamos a otro sitio a tomar cervezas. Pasamos por delante del Reina Sofía y le digo que podríamos entrar, me dice que no es mucho de museos, que no le gustan.
Le sugiero que nos vayamos a otro sitio a tomar cervezas. Pasamos por delante del Reina Sofía y le digo que podríamos entrar, me dice que no es mucho de museos, que no le gustan.
Seguimos caminando. Pienso por qué una
persona no tiene ningún interés no por los museos en sí, sino por
lo que hay dentro, no se puede ser tan fanática de la música y
despreciar cualquier vertiente de arte. En realidad no entiendo cómo
se pueden tener veintipico años bien entrados y tener una cabeza tan
hueca, pero si se lo dijera se enfadaría y no hay que ser tan
sincero si quieres saber convivir con el resto de la humanidad. Una
vez leí un tweet que decía: “Tener cerca algo grande y no
percatarse, eso es mediocridad”. Al fin y al cabo quién soy yo
para juzgar a nadie ni para decirle lo que le tiene que gustar, que a
mí me guste un museo no significa ni que soy mejor, ni peor, y
burlarse de la gente que no tiene ningún interés en nada no me hace
mejor persona, sino me hace parecer más soberbio, más pedante y un
indeseable que se burla de la clase media que no entiende el arte.
Luego pasamos por delante de una
librería y le digo que esa librería está muy bien, que ahí he
encontrado libros que llevaba buscando toda la vida y no veía en
ningún sitio, ni siquiera en Internet, y me dice con total descaro que no no le gustan los libros, que no le gusta leer.
Soy bueno siendo cínico y disimulando
disgusto, pero no puedo evitar quedarme mirándola fijamente y sin
comprender cómo se puede hacer tanto alarde de ser cateta y no tener
la más mínima vergüenza de ello.
Trato de relajarme. Pienso que no pasa
nada, hay gente a la que no le gusta eso y puede ser igual de válida.
Siempre digo que mi abuela es analfabeta y probablemente sea una de
las personas más sabias que conozco. Así que no hay que ser
elitistas y pensar que si no leen son tontos. Lo que pasa es que me
da realmente pena que pudiendo hacerlo no lo haga. Podría decir que
me da asco y todo eso, pero no; es pura pena. Me gustaría que leyera
o que el sistema de educación de este país le hubiese despertado
ganas por hacerlo. Pienso que la gente que no lee está perdida.
¿Podría rescatarla? ¿Podría hacer
algo por ella o ya es demasiado tarde? La miro y pienso que tiene
buen cuerpo. Tal vez si me la follara podría contagiarle algo de mi
genialidad. Pero debería correrme en ella sin condón, pienso que
con mi semen mágico la recuperaría y le haría ser una persona
válida. Así que si me la follo sólo es para curarla. Estoy seguro que la
única forma posible de hacerlo sería así. Sí, sí, sin duda eso
servirá.
-¿Y entonces qué piensas? -me
pregunta.
-¿Qué pienso de qué?
-¿Me estabas escuchando?
-Sí, pero estaba mirando la librería ¿Qué decías?
-Del tatuaje que me quiero hacer.
-¿Qué tatuaje?
-Coño, te lo acabo de decir. Estás en las nubes. Que quiero tatuarme el nombre de Aida en la muñeca. Es mi serie favorita.
-¿De Aida?
-Sí, no sabes lo importante para mí que es esa serie.
-Pero podrías tatuarte mil otras cosas antes que una serie.
-¡Pero si tengo tatuado un dibujo animado! ¿Qué más da? ¿Te crees que no voy a hacerme un tatuaje de una serie?
-No sé, es que es una serie, no creo que sea importante.
-¿Qué pienso de qué?
-¿Me estabas escuchando?
-Sí, pero estaba mirando la librería ¿Qué decías?
-Del tatuaje que me quiero hacer.
-¿Qué tatuaje?
-Coño, te lo acabo de decir. Estás en las nubes. Que quiero tatuarme el nombre de Aida en la muñeca. Es mi serie favorita.
-¿De Aida?
-Sí, no sabes lo importante para mí que es esa serie.
-Pero podrías tatuarte mil otras cosas antes que una serie.
-¡Pero si tengo tatuado un dibujo animado! ¿Qué más da? ¿Te crees que no voy a hacerme un tatuaje de una serie?
-No sé, es que es una serie, no creo que sea importante.
-¿Te va a doler a ti? ¿No verdad?
Pues ya haré lo que yo quiera.
-Pero no sé, es como si te hicieras un tatuaje del informativo de la noche, o de la predicción del tiempo. Es un tatuaje de algo de la programación televisiva y ya está.
-Déjalo, anda, no me vas a convencer.
Quedan cuatro minutos para que pase el siguiente metro. Hemos estado en la Gatoteca, pero no hemos entrado, simplemente quería hacerse una foto en la entrada para subirla a Facebook. Ahora todos sus amigos le dan a “me gusta”. Está contenta, no deja de leerme los comentarios que le hacen en voz alta. Me está aburriendo. Me apetece irme.
-En realidad a mí sí que me puede doler también aunque te hagas tú el tatuaje -le digo.
-Pero no sé, es como si te hicieras un tatuaje del informativo de la noche, o de la predicción del tiempo. Es un tatuaje de algo de la programación televisiva y ya está.
-Déjalo, anda, no me vas a convencer.
Quedan cuatro minutos para que pase el siguiente metro. Hemos estado en la Gatoteca, pero no hemos entrado, simplemente quería hacerse una foto en la entrada para subirla a Facebook. Ahora todos sus amigos le dan a “me gusta”. Está contenta, no deja de leerme los comentarios que le hacen en voz alta. Me está aburriendo. Me apetece irme.
-En realidad a mí sí que me puede doler también aunque te hagas tú el tatuaje -le digo.
-¿Por qué? ¿Por verlo?
-Exacto.
-Exacto.
Vamos a una cervecería y su monólogo
sigue igual. Todavía no me ha preguntado nada de mí. A veces no me
molesta que no me pregunten nada de mí porque yo soy el interesado
en saber más de otra persona, o porque cuentan cosas interesantes y
les tiro de la lengua. Pero en este caso todo lo que me cuenta me
parece una mierda.
En cierto momento me dice que ese sitio es una porquería, que está muy sucio. Me señala al techo y me muestra una telaraña que está al lado de lámpara. Le digo que yo no me había fijado en eso, que no suelo mirar la suciedad de la lámpara de los sitios. El local está regentado por unos indios y es la segunda vez que voy con alguien y me dicen que está sucio.
En cierto momento me dice que ese sitio es una porquería, que está muy sucio. Me señala al techo y me muestra una telaraña que está al lado de lámpara. Le digo que yo no me había fijado en eso, que no suelo mirar la suciedad de la lámpara de los sitios. El local está regentado por unos indios y es la segunda vez que voy con alguien y me dicen que está sucio.
Llego a la conclusión de que soy
incapaz de ver la suciedad del mundo. A mí me gusta ese local porque
son unos indios inadaptados que colocan relojes de la princesa Disney
en su establecimiento y el hecho de que eso ni nada tenga sentido me
encanta.
Me excuso ante ella. Le digo que
tengo una visita en casa de gente que tiene que venir a ver el piso
para vivir en la habitación que alquilo. Le deseo que le vaya bien
en el concierto y que lo disfrute. Nos damos dos besos y nos decimos
adiós.
Bajo desde Sol hacia la plaza de
Jacinto Benavente. Me cruzo con el actor que interpreta a Mauricio
Colmenero en Aida. Recuerdo que durante la comida Begoña me ha dicho que si
se hiciera una foto con uno de los de Aida lloraría de emoción.
Sólo han pasado cinco minutos desde que nos hemos despedido pero le
escribo un Whatsapp y le digo que me acabo de cruzar con Mauricio
Colmenero y que está subiendo por la calle Carretas. Ella se
entusiama y dice que lo va a buscar. Le digo que yo sigo mi camino
hacia casa, que tengo prisa.
Llego a casa y miro Facebook. Ha puesto
un estado que dice “he estado buscando a Mauricio Colmenero y no lo
he encontrado. Estoy llorando de rabia”. Tiene muchos “me gusta”
y mensajes de apoyo de sus “amigos”.
Me siento tranquilo al librarme de
ella. No debería hacer cosas que no me gustan hacer. Debería pensar
las cosas antes de hacerlas pero tampoco quiero razonar todo porque
le quita la pasión.
Se me abre una ventanita en el Facebook de una compañera del cursillo de narración que estoy haciendo. Allí nos apuntamos muchas personas de todo tipo, nos leemos los relatos y opinamos sobre lo que hacen los otros con una perspectiva constructiva.
Se me abre una ventanita en el Facebook de una compañera del cursillo de narración que estoy haciendo. Allí nos apuntamos muchas personas de todo tipo, nos leemos los relatos y opinamos sobre lo que hacen los otros con una perspectiva constructiva.
-Hola Humbert Humbert -me dice.
Sonrío. Siento que a veces el mundo sí
brinda excepciones a la sinrazón y a lo mágico. No todo está
perdido. Afuera hace mucho viento que golpea la puerta y las
ventanas.
Son casi las 23 horas. Ya han hecho el
sorteo del Euromillón pero no me apetece comprobar si me ha tocado.
Prefiero fantasear con la idea de tener un billete premiado en el
bolsillo y que ese boleto no me hará cambiar nada de lo que hago en la vida porque estoy haciendo lo que quiero y lo que me
gusta.
Están llamando a la puerta. No sé quién puede ser a estas horas. Vuelven a llamar insistentemente. Me levanto a abrir y grito “¡Ya voy!”. No veo a nadie por la mirilla.
Están llamando a la puerta. No sé quién puede ser a estas horas. Vuelven a llamar insistentemente. Me levanto a abrir y grito “¡Ya voy!”. No veo a nadie por la mirilla.
Entorno la puerta un poco para ver si
hay alguien, pero el viento sopla tan fuerte que ha abierto
la puerta bruscamente.
Admiro mucho la autenticidad y espontaneidad del relato, excepto por lo del semen, me ha sonado mal, aunque seamos hombres y pensemos esas cosas y peores, que nos encanta, pero por lo demás, muy buena forma de pensar.
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