domingo, 1 de septiembre de 2024

El pasado no es un lugar seguro


Siempre he pensado que te podrías enamorar de una persona sólo viendo dónde vive, su habitación, su mundo, su lugar seguro. A mí me gustaba pasar horas y horas en casa de Beatriz. Su habitación era nuestro refugio. Cuántas tardes habíamos pasado acostados en la cama, mirando al techo, divagando, haciendo planes, filosofando y fumando. 


La habitación de Beatriz era irónica. Así la definía ella porque tenía pósters contradictorios. Decía que tenía al Che Guevara colgado porque le inculcaron sus valores desde pequeña pero tiempo después se dio cuenta de que era una farsa más, alguien que hacía uso de las armas y era bastante homófobo. Para causas nobles prefería a Gandhi, aunque también era un ser repulsivo, lo tenía colgado al lado del Che Guevara pero lo odiaba porque una vez hizo el experimento de acostarse desnudo con su sobrina para ver si podía vencer a la tentación de la carne. ¿En qué sana cabeza cabe hacer eso? Se preguntaba. Y sin embargo ahí estaba beatificado, como símbolo de la paz y en los billetes de las rupias de la India.


Pero nunca quiso quitar esos pósters, decía que le recordaban su pasado, sus contradicciones y que le gustaba que la vigilaran desde su retorcida moral ensalzada que era igual a la suya. 


A mí me gustaba el carácter irónico y reflexivo de Beatriz. Nunca se conformaba con nada. Era indomable y siempre hacía lo que le daba la gana. Pese a que vivía con sus padres ellos nunca vieron mal que pasáramos horas metidos en su habitación.


Hoy, dos de febrero, día de la marmota, tres años después de la muerte de Beatriz, sigo visitando a sus padres y hablamos de ella. No queremos que caiga en el olvido, de algún modo creemos que charlar sobre ella hace que aún esté viva. Nos tomamos unos tés, pasamos horas viendo fotos, recordando su carácter, sus idas y venidas, sus salidas abruptas que tan graciosas nos resultaban. 


Beatriz fue el amor de mi vida. Pero el cáncer me la arrebató. Ella sabía que iba a morir y por eso se dedicó durante los últimos meses a cerrarlo todo bien. Dijo que todo el dinero que tenía ahorrado sería para mantener a su gata Arwen. Fue como esas típicas señoras que salen en las noticias que dejan toda su fortuna a su mascota con la salvedad de que Beatriz no poseía una gran fortuna, apenas tenía unos miles de euros en el banco que se ganó en trabajos esporádicos en cadenas de supermercados y en restaurantes de cocina rápida. 



Solía visitar la casa de Beatriz para charlar con sus padres. Pero esta vez ellos tenían visita con el médico y les pedí algo inusual. Les pregunté si podía quedarme en casa, en su habitación, hasta que ellos volvieran. Me dijeron que sí, que sin problema.


Entré en su habitación, y aunque ya había entrado otras veces después de su partida, esta vez se me hizo más duro. Sus padres no habían cambiado nada desde que se fue. Su cama estaba hecha, sus pósters seguían ahí, sus libros permanecían en la estantería en el mismo orden. Lo primero que hice fue tumbarme en su cama pero, en vez de ponerme en el lado que siempre ocupaba yo, esta vez me puse en el suyo, para que así pareciera que era yo el que me había ido. 


La presencia de Beatriz se hacía cada vez más fuerte. Recordaba nuestros momentos, nuestras risas, el no hablar de nada importante pero reirnos juntos. Una de las cosas que más echaba de menos eran sus carcajadas, esos momentos en los que yo era el payaso y ella era la sonrisa. Pero su presencia también estaba llena de vacío, de muerte, de nostalgia. Se me hacía muy duro estar allí sin ella. Además, estaba invadiendo su espacio sin que ella estuviera. 


Me levanté de la cama y examiné sus libros. Cortázar, Nabokov, Borges, Baudelaire… eran sus autores favoritos. Tenía una colección inmensa. A mí no me gustaba bailar, pero a veces bailaba con ella en el cuarto, ella reía y reía porque ninguno de los dos sabíamos movernos con gracia, pero lo pasábamos tan bien…


También tenía una colección enorme de vinilos, muchos de ellos de los Beatles, su canción favorita era Ticket to ride, parecía como una premonición de lo que ocurriría, ella compraría un billete de viaje para no volver nunca.


Tres años después de su partida y aún sentía un pinchazo en el pecho. Lo que más me jodía eran todos esos planes que hicimos juntos y nunca se podrían realizar. Queríamos ir a Granada a buscar la fosa de Lorca, aunque eso fuese imposible, queríamos, al menos, impregnarnos del espíritu de Lorca, de su muerte, de su enigma, de su leyenda. Queríamos tener dos hijos, tener una casa en el campo… tantas cosas por hacer y se fue sólo con treinta años. 


La puerta se entreabrió y entró Arwen en la habitación, me miró y se paralizó un rato. Luego continuó su camino, dio un salto hasta la cama y se acomodó a los pies de ella como hacía antaño. La acaricié. Parecía saber en qué estaba pensando. Parecía que ella también la echaba de menos. No sé por qué dicen que el tiempo todo lo cura, el tiempo no cura una mierda, sólo te acostumbras al dolor, a la pérdida, al sentimiento de ausencia y te desvela que la vida es una tragedia que no tiene ninguna gracia.


Me senté en su escritorio y allí permanecía el portátil de ella. Lo abrí instintivamente y presioné el botón de encendido. Era algo que no había hecho hasta la fecha. Me vinieron a la mente momentos en los que jugábamos a videojuegos o en la misma pantalla veíamos películas hasta hartarnos. Sabía el pin del pc y lo introduje. El escritorio del ordenador permanecía igual. Estuve parado unos segundos mirando la pantalla, absorto, sin saber qué hacer. Entonces me fui a la carpeta de Mis documentos y en ella vi que había una subcarpeta llamada “Textos”. Entré y estaba lleno de archivos. Eran sus relatos, sus poemas, sus letras de canciones. Pero encontré un archivo que se llamaba “Para Fredy”. Lo abrí enseguida. 


Decía así:


Querido Fredy,


No sé cuánto tiempo me queda aquí, el cáncer avanza y aunque todos tenéis esperanzas yo sé, por la forma en la que me hablan los médicos, que no hay esperanza. Esperáis un milagro, algo en lo que no creo, y yo, sinceramente, no puedo más. La quimio ha sido más dura de lo esperado y sólo quiero dejar de sufrir. No sé si mandarte esto, pero la verdad es que mi sufrimiento no me importa, lo que quiero es que no sufras tú, ni nadie, por mi ausencia. Hace tiempo que me he concienciado de que no hay nada más allá, no nos veremos en otro lugar, pero por eso mismo quiero darte las gracias. Gracias por haber estado siempre ahí, por haber dado sentido a mi vida, a mis días y por haberlos hecho más alegres. Es algo que recordaré hasta el último instante de mi vida. Gracias y mil veces gracias por compartir conmigo parte de tu vida. Y lo que quiero, una vez que me vaya, es que rehagas tu vida, que des el infinito amor que hay en ti a alguien que lo merezca, que seas feliz sin mí, que sigas tus sueños, que luches por ellos, que nunca pierdas esa sonrisa y esa esperanza de hacer cosas que te gusten en la vida. Eres alguien muy valioso, todo el mundo lo ve, no dejes que mi marcha te hunda, sigue tu itinerario, tu ruta, porque vas a llegar muy lejos. Y lejos no me refiero a que seas rico y famoso, que puede, sino que harás que tu vida haya sido una obra de arte en sí misma.


Si te soy sincera, hay algo que quiero contarte…



Y ahí se interrumpió la carta. Vi la fecha del documento. Estaba escrito el 25 de enero. Una semana antes de morir. 


Miré a mi alrededor. Miré al Che Guevara y a Gandhi, su retorcida moral me observaban. Nunca sabré ni descubriré lo que me quiso decir, eso que me quiso contar. Era irónico, como su propia habitación. ¿Por qué se fue teniéndome algo que contar y que nunca me dijo?


Miré a Arwen preguntándome si la gata sabría el secreto de su escrito. El secreto que se llevó a la tumba. Aquello importante que quería decirme.


Cerré el ordenador y me senté en el borde de la cama al lado de Arwen.


Lloré.  


Lloré una vez más por Beatriz, lloré porque aún no lo había conseguido, lloré porque su deseo no se había cumplido.


Y no sé si algún día se cumplirá. 


7 comentarios:

  1. Vaya pena. Ahora le toca a Fredy un largo camino. Buen relato.

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  2. 👏👏👏linda historia no todo tiene el final que esperamos

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  3. Ella vivirá en tu corazón siempre… perooo como ella lo dijo Fredi tiene que continuar con su vida, no puedes paralizarte y esto que estás haciendo es paralizar tu vida y tu persona y no es nada sano… perdón que te lo diga… se que en Teoría es fácil y en la práctica no… Quiérete tú sigues aquí.. ella ya no… y vuelve a leer sus líneas .. Beatriz quiere que seas feliz y que sigas viviendo sin ella!!! Un abrazo!

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  4. INCREÍBLE!! Me ha encantado!! De verdad tienes un don, he sentido cosas con ésta historia, muchas gracias!!

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