miércoles, 24 de agosto de 2022

IKEA del Minotauro

 


Ir a Ikea con Marcela es lo más parecido a la tortura que conozco. Ella quiere decorar el nuevo piso al que nos hemos mudado a su gusto, pero no deja de comprar gilipolleces, cosas absurdas e innecesarias. Ahora está mirando una nueva vajilla, que además todas las casas tienen las mismas de Ikea y lo que más me fastidia es que ya tenemos una que cumple su función perfectamente y no nos hace falta otra.

–Hay que renovar las cosas de casa, no podemos estar siempre con los mismos muebles y el mismo menaje –me dice.
–Comprar cosas sólo por comprar es tirar el dinero que tanto cuesta de ganar –le respondo.
–Pero las tendencias y estilos cambian.
–¿Qué tontería es esa? Seguir la moda es la mayor estafa de la historia y la inutilidad más grande que ha inventado el ser humano para parecer interesante ante gente que no es interesante.

Ella pasa de mí y ni me contesta. Camino dos pasos por detrás de ella exasperándome porque se detiene en cada rincón. No va directa a por lo importante y mi paciencia se agota. Se queda mirando los fregaderos de cocina atentamente.

–Mira este fregadero –me dice– es muy grande y está muy bien, si tenemos un bebé lo podría bañar ahí.
–¿Pero qué bebé? Si siempre hemos dicho que no queremos tener críos.
–Sí, pero ahora soy consciente de mi reloj biológico y creo que ha llegado el momento de que tengamos un hijo.
–No, a ver, eso lo tenemos muy hablado y siempre hemos dicho que no. Es que no entiendo este cambio de actitud de repente.
–La gente cambia de opinión, lo que a veces tenías muy claro en el pasado puede cambiar en el transcurso de la vida –me contesta.

Me quedo pensativo observándola. Creo que la conozco pero a veces me resulta una completa desconocida que no sé por dónde va a salir. Es totalmente impredecible, no le da estabilidad a mi vida y no encuentro la paz a su lado.

Ahora se queda mirando las habitaciones para niños. Pasa la mano por los muebles como si así pudiera calibrar si son de buena calidad.

–Si es niña podríamos comprar esta habitación, sería perfecta para ella.
–No pienso tener hijos, es algo que teníamos clarísimo desde el principio y es uno de los motivos por los que estoy contigo –le digo.

Me contesta con una sonrisa que no sé interpretar.

De pronto hemos vuelto al mismo sitio de antes. Estamos dando vueltas sobre el mismo sitio, estamos frente a los fregaderos otra vez.

–Por aquí ya hemos pasado –le digo.
–Es que no estamos siguiendo las flechas del suelo para recorrer el lugar bien.
–Esto es un puto laberinto sin salida.

Pasamos por la zona de decoración para la casa. Mete en el carro jarrones inútiles y nada prácticos, mete una cubertería entera, compra un juego de velas perfumadas, muchas bombillas de bajo consumo y una alfombra pequeña. Miro el contenido del carro preocupado por el precio, no somos ricos, no nos podemos permitir tantas gilipolleces.

Ella parece feliz. Pasea sonriente entre las estanterías, me habla con dulzura y yo estoy sudando, deseando encontrar la salida e irme a casa de una vez.

La observo moverse, miro su cuerpo. En realidad no sé lo que hago con ella. No nos une nada. A ella le gusta ver Piratas del Caribe y cuando le sugiero ver una película clásica me contesta que no quiere ver nada en blanco y negro y que le aburren. Ella se pasa la noche buscando en el catálogo de Netflix la serie del momento, yo miro el contenido de Filmin para ver si ya han puesto de una vez la serie de Berlin Alexanderplatz de Fassbinder.

Entonces pasamos por la sección de jardinería y veo una pala. La meto en el carro. Ella me mira extrañada.

–¿Para qué quieres esa pala? –me pregunta.

No contesto. Miro al frente y espero que llegue mi turno en la cola de la caja.

 

 

“Compré una pala en IKEA para cavar mi tumba”
(Rodrígo García)

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