Me pongo en contacto con las personas
que te comentaban en redes sociales y me lo confirman. Te fuiste el
pasado 25 de enero. Entro en shock, no me lo creo.
Te fuiste, Carmen, quizás porque el
mundo era un lugar demasiado hostil para ti. Habías sufrido mucho,
pero tú querías seguir adelante.
Te conocía desde los dieciséis años.
Nos conocimos en extrañas circunstancias pero desde el primer
momento supe que eras una persona muy especial, con gran sensibilidad
y que inspirabas a mucha gente, incluido a mí. Sí, me inspirabas a
escribirte, y lo hacía encantado, eras pura poesía y no olvido todo
lo que me hiciste sentir. La última vez que hablamos te comenté que
te daría en persona todos esos emails que te escribía al principio,
decías que te haría ilusión releerlos. Pero esa cita pendiente que
siempre teníamos ya no podrá producirse. Habíamos quedado que nos
dedicaríamos los libros, pero ahora yo tendré el tuyo sin tu
dedicatoria.
A veces te autodenominabas Atenea,
otras Morgan, a veces pensaba que te quedaba muy bien ser la diosa de
la paz y de la estrategia, porque tú tenías una personalidad muy
fuerte y digna de admiración.
Me llamaste días antes de que
sucediera todo. Eran las seis de la madrugada y no te lo cogí. Ahora
me arrepiento muchísimo de no haberlo hecho. No iba a pensar que era
la última oportunidad de hablar contigo.
Eras una buena amiga, me gustaba
escucharte, me encantaba lo loca que estabas, tu personalidad era
única y marcabas a la gente. Realmente te admiraba y me gustaba
tenerte como amiga y que me contaras tus cosas.
Te has ido demasiado pronto y un
trocito de mí se ha ido contigo. La vida a veces es injusta y nos
traen estas desgracias, arrebatándonos a alguien tan grande como tú.
Espero que donde estés estés mejor y
descanses en paz.
Nunca te olvidaré.
Todavía no me lo creo.
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