Hagámonos una simple pregunta: si un
conocido sin trabajo me pide veinte mil euros y se los dejo, ¿Quién
es el tonto? ¿El que los pide o el que los deja? A mí no me cabe
ninguna duda, el tonto es el que lo deja, lo más probable es que el que lo ha dejado no lo
vuelva a ver jamás.
Pues así están actuando los bancos.
Durante un tiempo se convirtieron en la gallina de los huevos de oro
y dejaron dinero a practicamente todos los que se acercaban a la
sucursal a pedir un crédito. Bastaba tener una nómina para que te
concedieran un préstamo hipotecario. Apenas pedían avales, les
decían a los clientes que no se preocuparan, que en caso de no poder
pagar siempre podían vender o alquilar el inmueble para solucionar
el problema y que, además, ganarían dinero porque los pisos
siempre subían de precio. Mucha gente se creyó esa patraña sin
saber que estaban cayendo en una simple estafa piramidal que a todas
luces era insostenible.